Las características de una fiesta de clausura son: emotivas, francas como sentimentales. Para aquellos niños que durante seis años convivieron sus alegrías bajo el mismo techo, buscando en el infinito ese meteoro divino de los enamorados de la ciencia, para sentirse seguros y firmes en sus anhelos, llevan en sus alforjas todo lo ideal y lo propio para superarse más y más, porque la educación es la base de la solución de la igualdad de hombre y mujer. Es la esperanza que nítida y fragante debe adornar al mundo de paz y armonía; es la pauta donde el hombre y la mujer grabarán en lenguaje universal, las laboradas y el sonreír de los días, con cantos llenos de un romance amoroso para no romper las ligaduras que unen al padre con el hijo. Por eso estamos aquí, en la casa del pueblo con tonalidades universales, porque son millones de manos que a diario construyen escuelas y educan a sus hijos. En la escuela surgen las expresiones más puras y más ricas porque así son los niños: almas sensitivas con miradas de cielo y llevando una aureola como el arco iris que es tonalidad de todas las fuerzas creadoras y por lo mismo, barreras infranqueables contra la ignorancia, el odio y la mentira. Sean bienvenidos, y si algo hay que vuestro interés no encuentre en el hijo, en el maestro o en la propia escuela, tened por seguro que ese algo ya está en gestación, porque la escuela no olvida nada, porque la escuela será mientras todos lo queramos, tierra fértil y virgen, porque ella junta las tumbas y las cunas, los dolores y las flores, los amores y las espinas, los altares y los tálamos La escuela, en fin, es fe y esperanza, es el valor de la verdad y de la justicia, es ruta de luz que amó Quiroga, Hidalgo, Morelos, Juárez, es el crisol de la crítica actual y el búcaro de agua azul con flores de carmín y violeta. Caminemos juntos a través de ella como lo hacen los pueblos ya liberados, porque la unión hace la fuerza y la fuerza la victoria.
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