Es altamente placentero para mí, ser el portador de un mensaje de gratitud y admiración para el médico, para ese bienhechor del género humano de quien le debemos nuestro reconocimiento eterno porque siempre ha estado dispuesto a escuchar a la humanidad doliente, a esa humanidad que arrastra su vida atada a una cadena de enfermedades largas, penosas y llenas de angustia. Él, hace causa común con las proezas redentoras de ese sencillo pero siempre loado maestro mexicano, pues ambos como tomados de la mano, consagran lo mejor de sus energías, multiplican sus afanes, y se entregan con heroica abnegación a servir a nuestra querida Patria, para impulsar la obra redentora de la Revolución que es en síntesis: la cultura y la salud de un pueblo. Por eso, con todas las fuerzas de mi alma, vengo a nombre de mis compañeros, a dejar la fragancia infinita de nuestro reconocimiento de simpatía como un recuerdo imperecedero de vuestro esfuerzo y sacrificio. Hipócrates, es el Padre de la Ciencia Médica, y vos su fiel discípulo, porque toda vuestra obra está concentrada en el Juramento Hipocrático que es el libro sagrado de vuestra profesión, y porque encierra lúcidos razonamientos para demostrar que no existe enfermedad sagrada, sino que todo proceso orgánico es natural y por consiguiente curable. Hipócrates fue venerado justamente por los griegos como hijos de dioses; y vos, como una inmensa torre de bondad y un supremo anhelo de superación. Patria: glorifica al hombre que a la humanidad doliente alivia constantemente dándote gloria y renombre. sé generosa y sé maternal. que en el corazón de tus hijos hay bellos poemas prolijos como eterno canto nacional.
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