Mi primera escuela fue flamantísima. Sus altas como amplias ventanas y puertas, embellecidas por una arcada que abarca toda su extensión, resulta una reliquia fastuosa y fundamental para la educación. Ella se abraza a la tierra con la fuerza de una planta erguida y permanente. Contemplándola desde cualquier ángulo, se eleva el pensamiento con su imagen y parece que se oye decir: ¡MÉXICO TE NECESITA! ¡CREA E INSTRUYE! iY0 SERÉ TU IDEAL Y TU AYUDA Y TU ESPERANZA!, ADELANTE!: MOMENTO SOLEMNE DE BAUTISMO HISTÓRICO!
Llegan las avecitas en busca del nido, y el canto alboral nace entre un susurro de voces melodiosas y tiernas. Ya hay vida en la escuela. Está presente la mejor promesa y la única heredad humana por la cual el propio hombre se identifica a los suyos: EL NIÑO. Y respetando el proceso de su propia vida natural y envolvente, no hay para ellos un carácter fuerte, golpes destemplados ni gritos desaforados. La obra se realiza casi jugando, porque entre la niñez y la juventud sólo hay un paso, y así me identifiqué ante mi primer Grupo, como un hermano mayor. Pero ¡0h sorpresa!, autoridades y padres de familia no acostumbrados a este procedimiento que comprende una enseñanza-aprendizaje más amena e interesante respaldada por cantos, recitaciones, teatro guiñol, juegos organizados y deportivos, así como actividades de jardinería, etc., protestan, quieren ver a sus hijos quietos, serios y ordenados en todo momento; aprendiendo las tablas de sumar y de multiplicar, así como para leer, todo en voz alta y con duros castigos para los incumplidos. Se les trata de convencer, pero no ceden y piden mi cambio. Esto es una acción desgarradora, deprimente y desalentadora. La luz no se hizo y fui adscrito a otra escuela. Pero nació en mí con mayor fuerza un horizonte más amplio y decidido: la escuela no es el edificio en donde se encuentran encerrados los niños y sus maestros para indicarles en forma dogmática las relaciones que existen entre el hombre y la naturaleza, entre el individuo y la sociedad, la escuela, está en el hogar, en el pueblo todo, en el ambiente que nos rodea con sus montañas, sus ríos, sus parcelas, con todos aquellos fenómenos naturales que contemplamos y que forman en nosotros una constante interrogación; es la sociedad de la cual formamos parte; que nos presenta su estructura: su felicidad, su pobreza o sus anhelos de constante mejoramiento, también en el individuo que ansioso de perfeccionamiento acude al maestro para hacerlo su guía y orientar su autoeducación. Cedí, es verdad, pero debo tener el convencimiento de que un maestro no está de paso en la comunidad, sino que es un vecino connotado que influirá en la resolución de los problemas del pueblo.
MI SEGUNDA ESCUELITA, tiene una estructura sencilla y transparente porque su vestidura es tan pobre, como si no tuviera techo por lo humilde de su material. Hecha, eso sí, por manos fuertes pero temerosas de tomar de la naturaleza, madera, piedra y otros elementos de construcción resistentes, como el que usaron sus padres para edificar la hacienda que se encuentra a pocos metros de distancia sin servicio. Hacienda que se doblega a través del tiempo y se desploma poco a poco. ¡JUVENTUD, ÁRBOL DE ESPERANZA, MANTENTE FIRME!, me dije a mí mismo sin pensar en las consecuencias y actué, pues me intrigó sobre manera enseñar casi en desnudo ante esa valiosa construcción. Y un día, pedí a mis alumnos -carne asoleada, hecha tragedia y aurora-, que tomaran sus útiles porque íbamos a cambiar de escuela. Tomamos posesión de la hacienda. Así nació mi primer grito de rebeldía, el primer canto a la Patria y el primer desfile de mi clase irredenta pero firme, como los cactus que florecen y dan frutos a pesar de permanecer casi a flote sobre la tierra. Y quien lo dijera, allí cobré también mi libertad de manos de un grupo de soldados federales que me habían hecho prisionero junto con otros dos hermanos de lucha por adquirir un pedazo de tierra -no por bandidos y salteadores de caminos según pregonaban-, sufrí con ellos los rigores y maltratos de esos hombres-bestias y aceptar además con rabia y dolor la aplicación cobarde como vil de la "ley fuga" a uno de mis compañeros por el delito de ser "agrarista". Página hecha sangre y dolor, pero convertida en enseñanza y liberación.
MI TERCERA ESCUELITA, se proyecta al amparo de un viejo mezquite, celoso y fiel, pues con sus recios brazos le da sombra y amparo. Un empedernido por el alcohol vive a ratos su vida social, vistiendo con su máquina de coser, a los habitantes del poblado o anotando los diversos problemas sin solución en el libro respectivo, como Secretario de la Junta Auxiliar.
Hombre útil, pero víctima del vicio y de su falta de voluntad para independizarse y trabajar por causa de ese monstruo apocalíptico. Es mi primera escuelita funcional. Los habitantes de la localidad se identifican dando su cooperación sin límites y correspondo con mi esfuerzo a la obra constructiva en general. Se construyen los elementos de su funcionalidad: gallinero, porqueriza, palomar, campo de básquetbol, un local para Cooperativa Comunal; a la escuelita se le da un toque de niña coqueta, alegre y risueña. Hay entre mis desgarres emocionales una muy profunda: ver lleno de mesas colectivas de padres de familia con sus esposas e hijos mayores alfabetizándose al amparo de la luz de buen número de velas de parafina, todos con voluntad volcánica y auténtico fervor mexicano.
En ese lugar, me convierto en el primer Director y Concertista de la SINFÓNICA del pueblo.
Un bajo de espiga, viejo y destartalado y dos violines de rústica fabricación, pero llenan el alma de toda la grandeza musical de la raza, forman el instrumental del conjunto orquestal.
Testigo de ese acontecimiento es el Señor Inspector Escolar que nos visita. Cumple con su cometido técnico-pedagógico y por la noche, platica con los padres de familia, y éstos le informan con lujo de detalles, todo lo logrado hasta el momento desde mi presencia al lugar. Y para cerrar con broche de oro esta visita, se improvisan algunos números artísticos de sabor mexicanista por los alumnos de la escuela nocturna dando una función de "títeres" elaborados por ellos mismos. Noche mexicana llena de una espiritualidad revolucionaria a la altura del tiempo y del porvenir.
Por otro lado, asistimos a la celebración de las Fiestas Patrias en la Cabecera del Municipio en la velada del 15. La escuelita se significó como moderna y altruista. Una recitación, dicha por un niño no mayor de ocho años, con toda fogosidad y pasión delirante, causa grata impresión, así como un coro a dos voces y una tabla rítmica a manos libres. Toda una labor significativa si se tiene en cuenta el cambio modelador del tiempo y espacio.
UN AMATE, árbol de hojas perennes, es el eterno vigía de mi otra escuela. El lugar es árido.
La vista recorre al poblado semejando un óleo gris, con tierra negra, polvoso y escasa vegetación. El dialecto dificulta la enseñanza como el diálogo y la comunicación en general; sin embargo, los vecinos cooperan en la medida de sus posibilidades y logran ampliar su escuela, se construye la casa del maestro, un jardín, el sanitario y la instalación de un apiario. Es una página en suspenso, esperando la mano amiga y los bienes de la naturaleza para su resurgimiento. Se espera que sea pronto. La Patria lo requiere.
Como quien ama a la muerte y no le teme, los moradores de esta comunidad tienen su escuela junto al atrio de la iglesia donde descansan sus muertos. Gente supersticiosa. Hay quienes viven de la maldad humana a través de "brujerías" (?) y envenenamientos nada aceptables. Hay gente animosa y con ellos se organiza un conjunto musical con elementos líricos. Con su colaboración, se establece un intercambio cultural entre escuelas circunvecinas con programas literarios y recreativos en forma recíproca. Esta comunicación entre escuelas y pueblos dio resultados fabulosos. Está pendiente la terminación de su nueva escuela. Se logra establecer un gallinero con regular número de aves y que es explotado debidamente.
La fisonomía del suelo mexicano es sorprendente. Sus mesetas forman uno de los techos de su cielo, con sus ríos y montañas como sorprendentes filigranas que lo arrullan y lo alimentan. La escuela está situada en la falda de una cordillera que guarda en sus entrañas mármol de primera calidad, pero sin ser explotado. La vida de sus moradores es multiforme y pobre, nada hay que pueda superarlos en sustento, ni un medio donde puedan contar con un sueldo fijo, emolumento que les de alegría y satisfacciones comunes. Sin embargo, hay una persona de origen español, radicado en la ciudad capital del Estado, que es un verdadero protector del árbol, a manera de un nuevo Quevedo, les brinda ayuda sin límites. Regala cientos de árboles para reforestar toda la tierra descubierta que hay en la superficie que les corresponde; obsequia árboles frutales, de ornato, rosales, etc. para la escuela, regala tableros y pelotas de básquetbol, material escolar con alguna frecuencia; uniformes a los jóvenes deportistas del lugar, así como trofeos para un Campeonato Regional que se lleva a cabo con verdadero entusiasmo.
Y hasta aquí, la libertad de iniciativa, de intuición creadora, de amor a la profesión. De entrega al trabajo, de la convivencia libre y alegre con los niños, jóvenes y padres de familia; de la solución a los problemas del magisterio, del amor a la tierra en forma palpable, porque la tierra nunca miente, en ella el hombre se intuye para ser grande entre lo grande y maestro, guía y promesa porque ese es su destino; de la contemplación amorosa y penetrante de esos cuerpecitos que se desplazan a sus hogares o vienen de él; de sus juegos a la hora del recreo; del murmullo que se aprecia a la hora de entregar los alimentos a los animales o aves que existen en la escuela; de la algarabía que provocan en las labores del jardín, de los gritos destemplados que se escuchan durante el juego de pelota o de un juego organizado; de las voces y aplausos que se escuchan en los festivales cívico-sociales; de los cantos, silbidos y gritos de alegría que se comparten en una excursión; de las serenatas llevadas a las doncellas en general o a alguna en particular; de los paseos con los jóvenes o personas mayores al valle o a la montaña, de los días de campo, del momento ameno y familiar que se establece cuando se va a saborear el sabroso mole como "gorreada" en un cumpleaños, casamiento o por la fiesta religiosa profana del pueblo; de la levantada de "ofrendas" en ocasión del día de muertos; del delicioso "champurrado" que se toma en los bautizos, etc., porque se me comisiona a una escuela de tres maestros.
Qué difícil resulta equilibrar los intereses de todos, cuando hay quienes ejercen la profesión sin ser ésta su vocación, sienten celo de lo que los otros hacen por su incapacidad de realización o superación, y viven en un ambiente hostil, calumniado, intrigando, y lo que es peor, se convierten en liderzuelos demagogos que a base de lo peor, son candidatos más tarde no a los castigos, sino a las mejores escuelas y a los mejores puestos sindicales. Y en toda esa verborrea de merolico, lanzan a los cuatro vientos, la presencia del magisterio en la resolución de todos los problemas educativos, como un conglomerado maduro y responsable, patriótico y progresista.
La acción educativa debe ser útil. El tiempo invertido en las aulas debe redituar ventajosamente para el educando. La escuela opera ante seres reales que viven, y ha de vivir, en elevado porcentaje dentro del marco telúrico que el destino les deparó. La preparación para la vida está condicionada al lugar en que viven, a los recursos que posee a las líneas vitales que ofrece. Pero para esto, contribuye sobre manera el sueldo raquítico que percibe el maestro para llenar sus obligaciones, así no es posible exigirles, ni ellos prestarán su concurso a la verdadera educación, porque está por delante una urgencia irremediable, las necesidades materiales que no admiten demora, porque el estómago no tiene demora; el vestido es necesario, y en la calle no puede vivir y esto es lo primero que toda obligación moral y espiritual; porque sin estar cubiertas esas perentorias necesidades, no puede el maestro pensar virtuosamente, ni dar lecciones de lo que no puede sentir, porque el estómago, bajo su ley imperiosa, a nada le deja luchar al cuerpo, ni aún el espíritu puede oír ni puede obrar, porque el cuerpo es su instrumento.
En la famosa Acrópolis se asienta el Partenón y en él, con fulgor de mármol, deslumbra la célebre sentencia: "AMOR A LA BELLEZA Y A LA SABIDURÍA". La educación únicamente se imparte con belleza y con filosofía; es decir, la educación se deriva de las musas y del pensamiento que es la inspiración de la verdad en la vida. La educación es organismo vivo y el saber es fruto vital.
Libro: La Escuela en Espíritu
Autor: Epifanio Estrada Cruz
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