MAESTRA, MAESTRA RURAL: Te recuerdo en mi niñez, en mi juventud y en mi edad adulta. En mi niñez, busqué tus ojos, tu sonrisa y tus caricias. TUS OJOS, como luz del cuerpo y espejo del alma. TUS OJOS, como la lección diaria y entrega amorosa de tu juventud ardiente, de la razón suprema de tu ser femenino hecho poesía, tiempo, sangre y estirpe.
TUS OJOS, que hablan el mismo lenguaje de las estrellas y puntualizan con heráldica pasión, el tañer fecundo de tu alma virgen como elemento estructural, hondamente adherido a la tierra, más íntimamente incorporado a los grandes ciclos de la naturaleza del niño que es toda tu devoción y poema inédito. TUS OJOS, que son dos valles floridos, que tienen la antología y la alborada de lo más delicado, de lo más sublime y de lo más bendito que el cielo te haya entregado, pero no para ti, sino que la aspiración de tus sueños dorados, el querer de tus ansias fecundas como culminación de tu vida de sacerdotisa: EL NIÑO. En tus ojos me recrié y sentí humildemente tu presencia idolatrada y amorosa de MAESTRA RURAL: ASAMBLEA DE PÉTALOS EN EL PARANINFO DE LA INMORTALIDAD.
TU SONRISA, que es arpegio floral de tus sentimientos inmarcesibles, engalanó con regias pausas celestiales hechos de carne y de sangre, mi delicada floración, y que, al recordarte hoy, me hace presa de todas mis emociones para ensalzar la pureza de tu desprendimiento. TU SONRISA, afecto y ternuras aladas que cubrieron nuestras ansias en cada clase, frenaban nuestros dolores, penas, hambre, miserias, a cambio de la alegría dilatada de un corazón generoso que cuida y arrulla; como música de fondo que es ensueño, que emociona; la verde esperanza que nos alimenta. TU SONRISA, que es como la voz de la tierra, la carcajada abierta llena de surcos, ríos y montañas; como la pasión de las águilas, porque se transforma para decirnos desde lo alto, que otra vez somos beso, la inocencia del ave en la floresta.
TUS CARICIAS, cual tálamo de pétalos desprendidos de tu vida fecunda y amorosa, me convertían en un iluminado en acción y un conquistador, aunque sin testigos que aplaudieran, en la algarabía de mi conciencia; pero sintiéndote entre la vibración de tu ser dulce y frágil, cubriendo mi torpe aliño indumentario. TUS CARICIAS, que llevan los esplendores de la "HEROICA", surgen como la epopeya de tu singular principio, que es tu destino providencial y que escucharás estés donde estés con tu labor, en un sabor de Aleluya y bendiciones.
EN MI JUVENTUD, a la maestra en toda su integridad: cuerpo, alma y espíritu. En cuerpo, como la PIEDAD MEXICANA hecha dolor y redención. En tu cuerpo admirable y escultural, de tanta belleza y por lo tanto divina que se cubrió de todas las pobrezas de su tiempo y de su medio, pero que soportó con orgullo y pundonor este mundo de pasiones. En tu cuerpo, que rompió silencios y entre acordes celestiales, se santificó en la maternidad como un llamado de su espíritu y de su materia, para seguir con su humildad y holocausto, diluyendo el palio de los cielos, tu oración que comulga con la hostia hecha sol en cada mañana. En tu cuerpo, lampo de alborada, donde genera con su vigor la vida, donde el llanto perla tu mejilla con la felicidad de tu hijo idolatrado, que diste enseñando con tu planta herida y apurando tu cáliz de amargura como salmo de tu presencia.
EN MI EDAD ADULTA, dejo en tu altar sagrado, corazón palpitante, mi juicio profesional, señalándote como la reliquia más pura, más grande, más noble, más digna, más humana, más alta, y con un brillo iridiscente, porque eres la personificación de los más altos ideales y valores humanos, el signo venerable por excelencia, porque en tu conciencia está santificado el dolor como sacrificio extremo, para todo lo que es devenir y crecimiento en la vida como prolongación colectiva.
MAESTRA RURAL, MADRE Y MÁRTIR: ayer, elocuente y gallarda llevaste siempre ufana la mirada a la naturaleza espléndida; hoy, si cansada pero no abatida, con la mirada de gorjeos hasta tu lugar preeminente, caminas siempre hacia delante y hacia lo alto, hacia la cumbre sublime, que libre y palpitante, juega con los grandes designios de la humanidad. De esa humanidad que enseñaste a pensar y a soñar con los profundos y nobles ideales de liberación. MAESTRA: eres la paz creadora, el lenguaje que contiene los trofeos del pasado y las armas de las futuras generaciones. Así llegaste. Así estás: ROBANDO ESENCIA Y ORIGEN A LOS CIELOS.
Y para ti, compañero MAESTRO, la realidad, porque lo masculino es más animal, más movedizo, más libre y en el percibir y comprender, más dispuesto, más tenaz. El hombre se mueve en un mundo de "hechos", pero los hechos generalmente mueren pronto, pasan, pierden vigencia. Como ejecutor de este devenir histórico, ¿seguirás enclaustrado en las cuatro paredes del salón de clases? ¿Seguirás explotando la mentira científica, la mentira técnica, la mentira profesional, la mentira sistemática; la que de tanto repetirse llega a convertirse en apotegma y es aceptada como tal para normar la conducta de los hombres? "El alto sentido de la Revolución debe ser justificado por el maestro de escuela. A él le toca defenderlo". Entonces, da rienda suelta a tus inquietudes hasta encontrar el criterio pedagógico humanizado que nuestros verdaderos maestros derramaron en bien de los niños; maestros de la talla de Vasconcelos, Ramírez, Carlos A. Carrillo, Antonio Caso, Sáenz, Basools, Celerino Cano, etc.… ¡Levántate y camina en la honradez de tu dignidad!, sé tu propio dueño y realiza. LA PATRIA ES REALIZACIÓN. Y no lo olvides: "SIEMBRA UN ACTO Y COSECHARÁS UN HÁBITO/ SIEMBRA UN HÁBITO Y COSECHARÁS UN CARÁCTER/ SIEMBRA UN CARACTER Y COSECHARÁS UN DESTINO."
Libro: La Escuela en Espíritu
Autor: Epifanio Estrada Cruz
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