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Foto del escritorEpifanio Estrada

Soldado de mi patria



Las celebraciones cívicas, como la cultura misma, son vanguardistas, cuyo meollo es la voluntad y ésta, el arquitecto de la felicidad. Es una estrella hecha de rubíes que marcha con su color rojo y brillo intenso hacia el cielo, abriendo caminos de verdad, de paz y de amor. En ella se alimentan hombres que mantienen la justicia aunque se desplomen los cielos, hombres que marcan rutas luminosas para enlazar el amor a la patria con la veneración del hogar, a manera de un pentagrama de notas de luz, bajo un cielo impoluto y con albas que fecundan en bello amanecer. Aquí, en este rincón de la Patria Mexicana, donde reencarna a diario la Justicia de Hidalgo como cosecha del pueblo; la verdad de Juárez, como el pan del pueblo; la libertad de los hombres de 1910, como riqueza del pueblo; la veneración a nuestra Carta Magna, como refugio para los derechos del pueblo y del evangelio de la unidad y del trabajo, para gloria del pueblo, se adivina la presencia majestuosa del heroico niño NARCISO MENDOZA y la de otro batallador que se adelantó a las revoluciones sociales de nuestro tiempo y que es numen de los ideales de las nuevas generaciones: JOSÉ MARÍA MORELOS Y PAVÓN. Aquí, México se escribe con Paz y Libertad, con Gloria y Honor, porque MI PATRIA ES PRIMERO prorrumpen los cielos; es el tema de los siglos; es la aspiración más humana y equitativa que pueblo o nación debe anhelar y sostener, mientras las fronteras no permitan transitar a mayores distancias para lograr mayores horizontes, ya que los pueblos como los hombres son tanto más fuertes cuanto más grande es el número de sus afines y cuanto más generoso es el vínculo que los une. SOLDADO MEXICANO: Tú eres para nosotros, gloria; para el resto del mundo: victoria; porque la evolución política sigue su marcha, como sigue en marcha la inspiración de la obra de aquellos que cayeron en campaña; pero no digamos que han muerto, van dormidos sobre su bridón, porque comprendemos que la muerte borra a los hombres ordinarios y en cambio corre el velo que cubre a los hombres superiores, porque conservan eternamente la pureza de su corazón. Este será el ideal de tu futuro, de conservar incólume, la semejanza sagrada que nos une en aras de la Patria: la Bandera Nacional: Tierra india que con la semilla que madura da a sus hijos la vida; mosaico de pueblos que engalana con su cielo y su éter de amor; Venecia Azteca; dintel de gloria que flota a tu cuidado y de los que la amamos y cantamos; tierra prometida, perfume del maíz indio. Su gloriosa tradición representa también para la mujer a quien tanto amamos, un rebozo de bolita, rebozo que guarda en su alma las tristezas, los sinsabores o las alegrías de todos sus hijos; rebozo que es cuna para el hijo en la espalada de la madre; rebozo que cubre el alimento que a paso veloz llevan nuestras broncíneas campesinas, al trabajador que produce el elíxir sagrado para la clase más útil en nuestra tierra, el maíz; rebozo en fin, que cubrió el regazo de tu gloriosa JUANA con el puñal, el parque y la carabina para defender su honor. Transita pues con el diálogo de la paz, con los hermanos de raza que son los que buscando el progreso, se acercan paso a paso al meridiano del triunfo llenando vínculos que asocian en infinita cordura, caros anhelos que purifican nuestras esperanzas y fraternizan nuestros ideales. GUARDIÁN DE LA PAZ TE LLAMAMOS; porque supiste levantar un templo a la Patria bajo el sol de la libertad, y un altar de gratitudes en la idea del porvenir en todos los que como hoy, venimos a entregarte en una ronda de paz y ebrias de luz, las rosas logradas en la trama multicolor de nuestro reconocimiento, porque representas no solo la seguridad de nuestro futuro, sino que haces que la Revolución Mexicana, por regional o limitada a una parte del mundo, a una zona concreta, sino por lo que tiene de eterna y universal. Tu estirpe, como tu gloria, nace de la luz que se ocasionó con el roce etéreo de las flechas lanzadas por los caballeros águilas, por los caballeros leones y por los caballeros tigres al realizar la defensa de su hermosa como única ciudad de Tenochtitlan. Hoy, como uno de los pilares de nuestro ejército nacional, también te corresponde aceptar la trayectoria de tus ancestros, cuyo ejército nació en la madrugada del 16 de septiembre de 1810 convocado por el Padre de la Patria al proclamar la Independencia para libertarnos del yugo que por espacio de 300 años había oprimido a los mexicanos; inició su lucha en la Alhóndiga de Granaditas, en el Monte de las Cruces y en el Puente de Calderón. Se organizó con el generalísimo Morelos cubriéndose éste de gloria en el sitio de Cuautla, en Oaxaca y en Acapulco; sus mejores capitanes, en aquellos tormentosos años, fueron los Galeana, los Bravo, Matamoros y Victoria. Éste último resistió once años de lucha y al lado de Guerrero supo de su generosidad y de su hidalguía en Acatempan e Iguala. A la voz de Don Juan Álvarez –viejo insurgente – resurgieron los hombres de México enarbolando el Plan de Ayutla que proclamaba la República Federal y tenía como norma los principios liberales. El Ejército Nacional, resurgido en Ayutla y acaudillado por Santos Degollado, Leandro Valle y González Ortega, defensores de nuestra Constitución de 1857 y de la Leyes de Reforma, supo más tarde defender a la Patria de intromisiones extranjeras, realizando las sublimes epopeyas del 5 de mayo en Puebla, al lado de Ignacio Zaragoza, y de Querétaro el 15 de mayo de 1867, a las órdenes de Mariano Escobedo, Ramón Corona y Nicolás de Régules. El Ejército Nacional Mexicano no tiene por norma agredir, porque nuestro país es pacifista y desea la convivencia cordial con todas las naciones del mundo, pues así como es amante de la paz, es también amante de su autonomía y de sus libertades, que son la base de las Instituciones que lo gobiernan. Entonces, de este fragmento donde hemos visto la primera luz, donde nos envuelve mil veces multiplicado el grano que entregamos a su fertilidad, donde ondea ese Girón de tela Tricolor que es el emblema, el símbolo maravilloso de la Patria, solo te queda la devoción, el respeto y las más caras ilusiones de ver y cuidar lo que en misión te tocó.

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